La danza Contacto Improvisación es abierto a todos.
Se trata de una danza iniciada por el coreógrafo estadounidense Steve Paxton en 1972, en la que los bailarines entran en contacto entre sí, saltan unos sobre otros, ruedan por el suelo y caen en el aire. Esta práctica no pretende ser una danza estética. Venimos con nuestro cuerpo, con sus tensiones, con su potencial, con sus bloqueos, con sus
fortalezas, con el único objetivo de vivir la danza para que transmita con la mayor sinceridad posible la conexión entre los cuerpos que se encuentran tal y como son en ese momento.
Es importante eliminar cualquier connotación psicológica, social o sexual de los movimientos: la esencia de esta práctica radica en la ausencia de cualquier pensamiento sentencioso para favorecer un acercamiento del cuerpo libre de todo tabú.
Esta práctica está abierta a absolutamente todos los cuerpos. Tengan o no una capacidad motriz limitada, sean poco o muy flexibles, tengan o no experiencia en otras prácticas corporales.
Ofrecer el peso de tu cuerpo sin abandonarse al cuerpo del otro.
Una parte clave es concentrarse en la sensación de gravedad y de las fuerzas ejercidas, las cuales intervienen en la percepción de gravedad del otro tocándolo y sintiéndolo. En el contacto de los cuerpos y la focalización del centro de gravedad común, las personas realizan una escucha corporal no sólo de su cuerpo, sino también de las sensaciones
del cuerpo del otro. Todo eso depende de la manera en que los individuos experimentan sus pesos.
Las personas confían mutuamente depositando su propio peso a sus compañeros: cada uno modula el peso que confía al otro en proporción del peso que recibe. Un bailarín no puede dar su peso a la única condición de encontrar a su compañero, ya que debe haber una fuerza suficiente para recibirlo. Aparece entonces un intercambio perpétuo entre el peso del uno y del otro sin que podamos determinar quién dirige la danza.
Esa práctica busca el desequilibrio y el impacto para alterar los puntos de referencia clásicos permitiendo la reacción espontánea y desconsiderada a través de caídas, de encuentros corporales y de reacciones físicas involuntarias con el objetivo de expresar lo que está en el cuerpo ante toda cultura.
Este camino permite al cuerpo recopilar nuevas emociones, despertar nuevas sensaciones y vivir nuevas maneras de comunicar con el fin de enriquecer la sensibilidad del cuerpo que nos constituye.
Algunas características de los elementos técnicos y las bases perceptivas.
Apoyos, caídas, espirales e inversiones.
Los apoyos se basan en la acción de dar el peso de su propio cuerpo y de recibir el peso del cuerpo del compañero sobre zonas corporales variadas.
Las caídas se describen como una transferencia vertical del peso sobre diferentes zonas del cuerpo del compañero hasta el suelo. De este modo las caídas transforman un momento vertical en un desplazamiento horizontal. Finalmente, la sensación de caída hasta el suelo no es un encuentro con el vacío, sino un camino donde el cuerpo del compañero que, en parte, sostiene nuestro peso y nos invita a encontrarnos con el
suelo de manera espontánea.
Las espirales son movimientos continuos que permiten mezclar los distintos puntos de apoyo del cuerpo alrededor del otro como un eje. Los movimientos en espirales son, además, reconocidos como un tipo de movimiento orgánico e intuitivo en comparación con los movimientos horizontales y verticales.
En las inversiones se produce un cambio de eje del cuerpo y de su referencia postural, además de una pérdida de contacto con el suelo. Se puede producir como una transición rápida o como una exploración más larga y desde distintas alturas del suelo, las posibilidades son infinitas.
Equilibrio, toque y visión periférica.
El equilibrio implica un ajuste permanente de los receptores situados entre el oído y las articulaciones. En este caso, al contrario que las otras técnicas de movimientos, el equilibrio es relativo a la parte del cuerpo que sostiene el peso, que pueden los pies, los hombros, la espalda la cabeza…
El toque es, por supuesto, un sentido clave que usan los bailarines para comunicar informaciones múltiples como su estado general, el contacto con el suelo…
La visión periférica nos permite orientarnos constantemente en relación al exterior, independientemente de si estamos en contacto con el suelo o de la posición de nuestro eje corporal.
Para terminar :
Lo más importante es encontrar el equilibrio entre confiar en la inteligencia corporal y dejar ir el control del mismo, lo que permitirá más fácilmente abrir la posibilidad de explorar y de encontrar formas de orgánicas de movimiento, que nacen por el único y simple hecho de dejar bailar la conexión entre los dos cuerpos.
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